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viernes, 4 de octubre de 2019

Atardecer en el mediterráneo

A lo largo de la Historia, la península ibérica ha estado habitada por gran cantidad de culturas que, en mayor o menor medida, han dejado su huella sobre ella, trayendo cada una sus propias costumbres, religión, mitos y dioses, hasta conocer finalmente la expansión del monoteísmo.

Pero, ¿qué civilización se desarrolló aquí en origen -de la que se tenga constancia hasta ahora-, antes de todas las que llegaron después? ¿Cómo era su cultura, su forma de vida, sus dioses? De ahí nace el interés por conocer el pueblo íbero, cuya tradición y mitología resultan tan interesantes como misteriosas, por la relativa falta de evidencias que a día de hoy se tienen sobre ella. Esta ilustración pretende acercarse a esta cultura.


La figura corresponde a un guerrero íbero del s.V a.C. El elemento más llamativo en la composición es el casco, por lo que he procurado representarlo lo más fielmente posible, según los datos existentes. Por desgracia, no se conserva -o no se ha descubierto aún- ningún casco de la época, pero sí varias representaciones de ellos.

Un ejemplo son las las esculturas de Porcuna (Jaen), valiosísimas fuentes de documentación, donde pueden verse, aunque incompletas, varias representaciones de cascos íberos. De ellas se pueden extraer no sólo su forma y estructura general, sino ciertos detalles ornamentales, como las espirales a ambos lados del casco o la cimera en forma de lo que se intuye como un trisquel, el cual sostiene lo que parece a todas luces el fragmento de un penacho (que, examinando las esculturas, parece que llegaría hasta la cintura de su portador).

Al ver otras obras íberas, como el Guerrero de Mogente -con un casco muy similar a los descritos-, y advertir el penacho que exhibe, parece claro que los cascos anteriores originalmente lucían uno del mismo tipo.

Por otro lado, en esta ilustración, quería expresar la conexión del pueblo íbero con el Mediterráneo, y contextualizarlo dentro de esa antigüedad clásica que se arremolinaba en torno a este cálido mar, lleno de cultura, y escenario de tantas historias repletas de magia, dioses y mitología. Quería un paisaje cálido, luminoso y con cierta intimidad, pero a la vez amplio, fresco y oxigenado, y de alguna manera en conexión con lo divino. Así, elegí situar la escena en un atardecer sobre un mar en calma, abriendo la vista hasta las estrellas, en una noche fresca pero suave, clara y brillante, en la que brillaran las constelaciones a lo largo de la bóveda celeste; sol y luna presentes en el firmamento.


Como detalle adiciona, el cielo está escogido no solamente en base a la posición de la luna y en cómo se vería en la época -en torno a principios del s. V a.C.-, sino también por mostrar las constelaciones Lupus Lynx (a izquierda y derecha en la imagen, respectivamente), ambos animales, el lobo y el lince -entre otros-, de gran relevancia en la cultura íbera.

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