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miércoles, 7 de octubre de 2020

Der Rattenfänger: el cazador de ratas


La figura del cazador de ratas.


A lo largo de la historia, la rata ha sido un animal especialmente temido, considerado como portador de enfermedades y plagas. Sucesos como la epidemia de Peste Bubónica en Europa del S.XIV no hicieron más que aumentar la mala fama de estos animales.


Aunque las causas y la virulencia de muchas de estas epidemias tenían casi tanto que ver –o más- con la falta de higiene como con las ratas, lo cierto es que no fue infrecuente el oficio de “cazador de ratas”. Durante siglos, este, con la ayuda de diversos cachivaches, jaulas e incluso de ciertos animales como hurones, limpiaban de ratas casas y pueblos.


En cierto sentido, la figura del cazador de ratas podría entenderse como la de un luchador contra la enfermedad, que evitaba que la peste, la epidemia y la enfermedad se propagasen por las poblaciones.


Este desaparecido oficio constituye un vestigio de la realidad tal y como era antes, oficio que en cierto modo es revelador de las necesidades y temores de época pasadas, de la forma de vida de sus gentes, de sus problemas y, en definitiva, una peculiar muestra de cómo era ese mundo antiguo que a día de hoy se nos presenta tan incomprensible como fascinante en muchos aspectos.

 





El cazador de ratas. La oscura historia del flautista de Hamelin.


Al hablar de cazadores de ratas, es difícil que no se venga a la mente el que pueda ser el más famoso de la Historia: el flautista de Hamelin que, según el cuento popular, fue capaz de desinfectar dicho lugar de ratas empleando tan solo el sonido de su flauta.


Pero cuando se le sigue la pista a este “cuento”, esa colorida historia comienza a tomar un aspecto realmente oscuro y desolador. Y es que que no se trata de un cuento ambientado en la Edad Media inventado en el S.XIX, sino que tiene su origen en un desconcertante y escabroso suceso que parece ser que fue bien conocido por sus contemporáneos.


A pesar de que a día de hoy aún no se han podido aclarar los hechos, está bien identificado en el tiempo, y el primer testimonio que se puede encontrar de esta historia –representado en la viga de una casa de Hamelin, hoy conocido como “Rattenfängerhaus”, “Casa del cazador de ratas”-, se recibe como un mazazo por lo sobrecogedor de su breve pero contundente narración:


“ANNO 1284 AM DAGE JOHANNIS ET PAULI WAR DER 26 JUNII DORCH EINEN PIPER MIT ALLERLEI FARVE BEKLEDET GEWESEN CXXX KINDER VERLEDET BINNEN HAMELEN GEBON TO CALVARIE BI DEN KOPPEN VERLOREN.”


La traducción sería algo como:


“EN EL AÑO 1284 EN EL DÍA DE JUAN Y PABLO, EL 26 DE JUNIO, 130 NIÑOS NACIDOS EN HAMELIN FUERON LLEVADOS POR UN FLAUTISTA VESTIDO DE MUCHOS COLORES AL CALVARIO CERCANO A LAS KOPPEN Y ALLÍ PERDIDOS.”


Algunas teorías sostienen que la pérdida pudiera haber sido por un suceso natural, que el flautista pudiera ser un reclutador militar, e incluso una alegoría de la peste –aunque estaríamos hablando poco más de medio siglo antes de la terrible epidemia de Peste de 1348 que marcaría la Edad Media-.


Y es que este texto podría resultar absurdo, de no ser por la tragedia que relata, pero lo cierto es que si nos ceñimos a lo escrito, el causante de todo es “un flautista vestido de muchos colores”. ¿Quién era esta persona? ¿Con qué intención lo hizo? Parece ser que lo que quiera que sucediese no fue algo ordinario, sino que golpeó a Hamelin con fuerza, ya que dejó una oscura huella en la sociedad de la época, recordándose su historia durante muchos siglos después.


Aunque como se puede ver, en este suceso no hay ni rastro de las famosas ratas. No será hasta 1565 (circa) cuando por primera vez, en la “Zimmerische Chronik”, su autor, el conde Froben Christoph von Zimmern, al relatar esta historia mencione el hecho de que, antes de la desaparición de los niños, el flautista libró Hamelin de las ratas, y en venganza por el impago de este trabajo, se llevó a los niños con él, tal y como se relata en el texto original de 1284. Este extracto pertenece a la edición de la “Zimmerische Chronik” publicada en 1881-82 –a partir del original del S. XVI-:


“Uf das ist er durch alle gasen der ganzen stat mit eim pfeifle gangen, dasselbig an den mundt genommen und gepfiffen. Alsbaldt haben sich alle ratzen der ganzen statt ußer allen heusern versamlet und haufechtig mit ungleublicher anzall im uf dem fueß nachgelofen für die stat.”


La traducción vendría a ser algo parecido a esto:


“Así pues pasó a través de todas las calles del pueblo con su flauta, que puso en su boca y comenzó a tocar. Inmediatamente todas las ratas de todo el pueblo se reunieron afuera de las casas y siguieron sus pasos de forma masiva, en increíble gran número.”


Si se tomaran como ciertas estas palabras –en la medida de lo posible- , esto podría verse como un cierto esclarecimiento de los hechos, lo que los haría tremendamente más extraños aún. O por el contrario, podría verse como una deformación de la historia original, si se considera el elemento de las ratas  como uno fantástico -influenciado por el fuerte impacto dejado por la Peste Bubónica en Europa-. En cualquier caso, estamos ante una historia que, según todo apunta, tiene sus raíces en un suceso real, y que ha perdurado a través del tiempo en dos versiones –una sin ratas y luego con ellas- hasta convertirse prácticamente en una leyenda popular.


En cualquier caso, el flautista aparece como un personaje más bien maligno en sus orígenes, misterioso y casi diabólico –como lo definiría más tarde Johann Weyer en su “De praestigiis daemonium”, a finales del S.XVI: “un sanguinario demonio flautista” (si se me permite una arriesgadísima traducción del latín original)-.

 



La ilustración: “der Rattenfänger: el cazador de ratas”


Por todo esto, este personaje me parece muy representativo de la Edad Media -y la Edad Moderna- más genuina y misteriosa. Y no solo por hacer alusión al antiguo oficio de cazador de ratas, sino por constituir una de esas historias que hacen que aquéllas épocas tengan ese tinte tan cautivador, potente, desconocido y salvajemente extraño que da la impresión que ni mil cuentos actuales harían justicia a sus verdaderos y fascinantes secretos.


A la hora de hacer la ilustración decidí hacer una representación de este personaje con la intención de representar no a un danzarín flautista ataviado con ropas de juglar genéricas, sino a un personaje ambiguo, malicioso y taimado. Dado que la idea original de la ilustración giraba en torno a la figura del cazador de ratas, opté por representar al flautista a la moda de 1560: el primer momento –que se tenga constancia hasta ahora- en que vio la luz por escrito  la figura del flautista de Hamelin como cazador de ratas –pues no aparecían ratas en el testimonio de 1284-.


Así pues, va vestido con la vestimenta típica de esa época en la zona que comprendería la actual Alemania, Países Bajos y demás centroeuropa –aproximadamente, antiguo Sacro Imperio Romano-. Este sería el atavío común de la época empleado por la gente de pueblos y villas: un jubón, tocado y calzas, con su correspondiente coquilla. Porta un cuchillo largo, empleado por campesinos de la época, junto con una pequeña bolsa  para guardar sus pertenencias personales (los grabados de Behnam de la época son buen testimonio de esto). En esa época, y a juzgar por el arte contemporáneo, cada calza seguían pudiéndose fraccionar en dos, llevándose las rodillas totalmente descubiertas, dejando la parte inferior ceñida bajo ellas, como se ve en la ilustración.


Así pues, va con el atavío básico de la época usado por la gente de pueblos y villas en la zona que comprendería la actual Alemania –antiguo Sacro Imperio Romano (aprox.)-: jubón, tocado y calzas, con su correspondiente coquilla. Porta un cuchillo largo, común entre los campesinos, junto con una pequeña bolsa para guardar sus pertenencias (como se ve en los grabados de Benham de mediados del S.XVI). Cada calza seguía pudiéndose fraccionar en dos, llevándose las rodillas descubiertas, con la parte inferior ceñida bajo ellas.


Me pareció adecuado representar al flautista descalzo, como si no temiera las heridas fatales que las ratas –y sobre todo sus pulgas- pudieran producirle, seguro de la confianza en sus oscuras habilidades; incluso como un símbolo de hermanamiento con estos animales, dando a entender que realmente es él quien controla las ratas, como una encarnación de la misma Peste que las convoca y dispersa a placer.


La pose del mismo pretendía ser esquiva, anunciando cierta amenaza, y su mirada penetrante y siniestra. Como detalles, no quería renunciar al colorido del flautista de 1284, y además de en la vestimenta, me pareció adecuado que presentara heterocromía, un ojo de cada color. Por último, la nota que toca no existe, dando a entender que quizá no es la flauta la que obra el “milagro”, sino otra capacidad oscura de este ser.





En la composición del dibujo quería hacer hincapié en la fantástica habilidad del flautista de conducir las ratas a su merced. Y finalmente, incluí el texto antes mencionado, el primero que hace referencia al flautista de Hamelin como cazador de ratas.


En definitiva, en esta ilustración quería recoger, por un lado, ese curioso oficio del cazador de ratas, testigo de una época, y para hacerlo, quería hacer mención a este misterioso flautista y a toda su leyenda, realidad y oscura historia.





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