Este soldado castellano representa a un hombre de armas bien pertrechado, con casco, alabarda, espada e incluso una brigantina,
una prenda compuesta de pequeñas placas metálicas recubiertas de una tela
exterior. Como en la ilustración anterior, porta una alabarda, un tipo de arma
ampliamente extendida en Europa a finales de este siglo.
Un buen testimonio de la vestimenta de los ejércitos
peninsulares en la segunda mitad del siglo XV se halla en los tapices de
Pastrana, constituyendo un valioso testimonio que permite documentar y recrear
el equipo militar que en esta época usaban portugueses y españoles.
Como resumen, valga decir que a mediados-finales del siglo XV, la infantería comenzó a tomar un peso decisivo
en las confrontaciones bélicas. La introducción de la pica por parte de los
suizos supuso un cambio de tornas en los campos de batalla, en donde las cargas de caballería se veían neutralizadas
por un uso contundente de esta arma a manos de tropas de infantería disciplinadas.
Rápidamente, la pica y las armas de asta fueron adoptada por el resto de
ejércitos, lo que sumado a la expansión y perfeccionamiento de las armas
de fuego, acabó por cambiar la concepción de la guerra y sus estrategias.
Empezaban a darse los primeros pasos encaminados a crear y mantener ejércitos regulares, gracias al desarrollo de estructuras administrativas, aunque los mercenarios aún jugarán un papel fundamental en los campos de batalla. El mapa europeo empieza a parecerse un poco más -con evidentes diferencias- al que se conoce en nuestros días, con el surgimiento de países e identidades nacionales más definidas.
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